“¡Oye, Renán, Renán!”

Septiembre, ocho de la noche. Dos terceras partes del año se han ido y también las horas más brillantes del día. Aún en esas condiciones, el mercurio marca 30 grados. Bajo el toldo de vinil se sienten 40. Renán lucha contra el bochorno. Empieza su discurso abriendo la garganta y mitigando el calor con un sorbo de agua.

En los minutos previos a la llegada del nuevo alcalde y acompañantes, alguien repartió botellitas de agua fría entre el público. ¡Bendito seas! Eran los momentos del ajetreo de los saludos y las relaciones públicas entre empresarios, políticos, académicos, diplomáticos y uno que otro colado que quería aprovechar la cercanía con todos ellos. Las gotas de sudor corrían con alegría por los rostros de los asistentes y las señoras de toda ralea meneaban los abanicos con furia.

Quince minutos antes de las 7 de la noche, hora que marcaba la invitación para empezar el acto, ya estaba instalada la mayoría del público. Una música tipo marcha de Zacatecas recibía a los invitados, que así se sentían en uno de los más rancios mítines del PRI setentero. En cualquier momento aparecería en el balcón Fidel Velázquez, Blas Chumacero o algún otro de aquellos líderes gremiales del México jacobino y trasnochado. Pero nada de eso pasó. La música ambiental sólo fue una mala elección o una buena puntada irónica.

Quienes aparecieron bajando la vetusta escalera del Palacio Municipal fueron el hombre de la fiesta, Renán, en compañía de —“¡mira nada más con quién viene!”— el gobernador Rolando Zapata Bello. Los cuchicheos formaron un zumbido general en el área. “¿Ya viste a Rolando?… Renán viene con Rolo… No te creo, ¿de verdad?… Cómo se ve que ya va de salida”.

Tan contento como el alcalde entrante, el gobernador saliente avanzaba con la comitiva y saludaba a diestra y siniestra, en una sana cercanía con el edil, quien avanzaba a la vanguardia.

“¡Oye, Renán, Renán!”, y el alcalde volteaba sonriente: “¡Felicidades! ¡Sí se pudo!” La sonrisa que atrás de Renán se dibujaba en el rostro de Rolando invitaba a pensar que era su candidato. No faltó un mal pensado: “Ganó su gallo”… “¿Será?”

Ambos personajes lucían relajados. Uno porque va de salida y sus actuales lides políticas son de él y para él, no para el partido o los candidatos. “Gober, ¿se va al PRI nacional?”. Rolando no oyó… o eso pareció.

A las 19:30 todos habían ocupado sus lugares en el estrado. Las botellas de agua entre el público ya eran historia pero una brisa suave y efímera mitigaba el calor por momentos.

Presídium

Rolando y Felipe Cervera flanqueaban al alcalde de otro partido. Un Felipe que ganó kilos en los tres años como diputado federal y un Rolando a quien se le nota que ha dejado de correr a causa de una operación de rodilla de la que informó el Diario.

Renán, por el contrario, luce menos kilos que antes de la campaña. La ventaja de que la consulta con la nutrióloga sea cotidiana. También lució menos tenso que hace seis años. Es un Renán con más experiencia (lo dijo en su discurso y no es un secreto), se le vio más firme y seguro. Su aplomo en la ceremonia distaba mucho de la inseguridad, casi vacilación de aquel joven que hace seis años rindió protesta en la misma plaza grande.

La habilidad ganada en las batallas al frente de Mérida por tres años, en el territorio comanche de Sinaloa y en las campañas interna y externa se notó en el discurso de veinte minutos que pronunció mientras daba sorbos a la botella de agua.

Para el discurso, Barrera Concha se instaló en el atril, prefirió hojas impresas al teleprompter y en veinte minutos esgrimió los objetivos de su nueva administración. Veinte minutos que duraron menos que las presentaciones previas de los asistentes, a cargo de la voz del sonido local.

Quizá por los constantes tragos de agua o tal vez por el aplomo que ahora mostró, la gran ausente en la ceremonia —además de los legisladores federales panistas— fue la eterna gota de sudor que Tony plasma en la sien de Renán.

Al concluir el evento no se volvió a escuchar la marcha para arengar a las fuerzas vivas. En su lugar, la voz del sonido ambiente tuvo el desatino de lanzar un alarido de mercado: “¡Ya tenemos alcalde!”, al que siguió una música de superhéroe de Marvel.— olegario manuel moguel bernal

Diario de Yucatán.

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