Hombres de traje y corbata, mujeres en tacones y el cabello arreglado, jóvenes acompañados de sus padres y un sinfín de recién titulados, han convertido la casa de transición de Andrés Manuel López Obrador en una auténtica ventanilla de recepción de solicitudes de empleo.

Mientras el virtual presidente electo estaba de vacaciones, a la oficina en la que despacha desde las elecciones del 1 de julio llegaron más de 200 solicitudes de trabajo diario.
Contadores, abogados, administradores, comunicólogos, una cantidad abundante de profesionistas y hasta improvisados dispuestos a “acomodarse en donde sea” hacían fila desde las 8 de la mañana esperando ser atendidos.

Aunque para muchos, la sonrisa se iba desdibujando cuando al fin llegaban a la puerta del barandal blanco y en un lapso que no alcanzaba ni el minuto, solo recibían una respuesta corta, repetitiva y clara: “no tenemos bolsa de trabajo, pero con todo gusto buscamos canalizarlo”.
Todos esperan tener un espacio en el nuevo gobierno de López Obrador. Sin importar que ni siquiera son gobierno, que no tienen facultades para contratar o para canalizar sus solicitudes, toman un lugar en la fila y esperan con el mejor porte posible que llegue su turno. Algunos ya dejaron sus documentos hace días, pero vuelven con la esperanza de poder pedir el empleo directamente al virtual presidente electo.
“A ver si hoy sí lo vemos cuando llegue y le damos otro (currículum) personalmente”, dice uno de los que espera en la fila. “Él, que es más cercano con el pueblo, en una de esas y sale”, agrega su acompañante.
Leticia y Carmen son las encargadas de recibir los documentos y se ofenden cuando se les pregunta ¿qué harán con ese montón de papeles?

“¡No los vemos como un montón de papeles, sino como una serie de necesidades!”, responden a un reportero que hace guardia en la zona, y que como todos ahí, observan cómo las hojas y fólderes se acumulan en un escritorio cerca de la puerta.
Cuando las primeras personas que laboran en Chihuahua 216 llegan a la casa, ya son varios los que esperan ser atendidos.

“Yo tengo un perfil de administrador de empresas, pero puedo acoplarme”, dice Enrique Olivares, quien llegó con un traje impecable y constantemente alineaba su corbata.
Elba ve a Rosa, su hija desde la acera de enfrente. Cuenta que tiene una carrera técnica en administración de empresas y que está por titularse de abogada. Espera que AMLO vea la solicitud de empleo de su hija y le dé trabajo, pero la reacción de Rosa una vez que entrega su currículum no es la esperada.
“Pues no sé, no me dicen nada, la señora es como cortante, solo me dijo que no había bolsa de trabajo y tomó el fólder y pasó con el señor que estaba detrás de mí”, dice desconcertada mientras su madre la convence de ir a preguntarle a otra chica que recién salió a apoyar en la fila que casi llegaba a la esquina.
“Por ahora no podemos contratar, hasta después del 1 de diciembre se podría ver eso, ahora solo recibimos los documentos ante la gran demanda de personas que vienen y los vamos a canalizar con los secretarios según el perfil de cada una de las solicitudes, y entonces, ya ellos les avisarán. Pero eso va a tardar”, dice la joven a Rosa y otras dos mujeres.

 

A las 15 horas el personal de la casa de transición sale a comer y una persona se queda de guardia. La fila desaparece un par de minutos, pero de un momento a otro ya se ha vuelto a formar.
Algunos van a dejar otro tipo de peticiones: ayuda para becas o medicamentos. Otros se dicen solo seguidores y pasan por ahí para dejar cartas de felicitaciones y hasta obsequios para el tabasqueño.
En los últimos días las calles Chihuahua y Monterrey también se han transformado. No solo por el cambio de rutina y la gente que ahora pasa a diario por ahí, sino también en su apariencia.
Ayer terminaron de pintar los cruces peatonales y maquinaria trabaja en la zona para desazolvar el alcantarillado. La casa que está en la mira de todos, en los últimos días ha merecido por parte de las autoridades más atención de lo habitual.

Milenio Diario

 

 

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